Matar a un ruiseñor, audaz en la creación de una voz ingenua pero perspicaz, tan ocurrente como insolente, es también la novela de la formación de una niña temperamental y muy singular, movida por la aspiración de ser mejor y comprender a los otros. Los alegatos de Atticus ante el juez y el jurado, su valor, su aplomo, impregnan el libro, pero la corriente que sacude en todo momento a los lectores la conduce Scout, la chiquilla vestida de cualquier manera, sin coquetería, a la que le gusta leer, saber, escuchar.